Energía: errores no forzados
SUSANA JIMÉNEZ SCHUSTER Vicepresidenta CPC
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Susana Jiménez
En el tenis se dice que el partido no está ganado hasta el último juego, por lo que debe pelearse cada pelota hasta el final, con decisión y estrategia. No solo se requieren tiros ganadores, sino también evitar a toda costa los errores no forzados que puedan definir si se gana o pierde.
La situación de la energía en Chile ilustra muy bien lo anterior. Hace algunos años, el partido se creía ganado gracias al masivo desarrollo de las energías renovables no convencionales (ERNC), y los anuncios de las autoridades auguraban una rebaja importante de precios de la energía a partir de 2021. Pero la evidencia revela que se celebró el triunfo demasiado anticipadamente, sin prever una serie de jugadas desafortunadas que terminaron dando vuelta el partido.
“El precio de la energía en Chile es hoy más alto que en Perú y varios países europeos, con la consecuente pérdida de competitividad de nuestra actividad productiva”.
Este desenlace golpeó especialmente a un sector: la actividad productiva. De acuerdo con el Barómetro de Costos y Precios del Sistema Eléctrico elaborado por Acenor, el precio promedio pagado por los cerca de 2.000 clientes libres del país subió de US$ 87 por MWh en 2020 a US$ 112 en 2024. Lo anterior se tradujo en que el precio de la energía en Chile es hoy más alto que en Perú y varios países europeos, con la consecuente pérdida de competitividad de nuestra actividad productiva.
Los errores no forzados fueron varios, y van desde modificaciones a la ley de transmisión que eliminaron las señales de localización, alentando el desarrollo de proyectos sin consideración a los mayores requerimientos de infraestructura, hasta la innecesaria extensión de precios estabilizados para los Pequeños Medios de Generación Distribuida (PMGD), que han elevado los costos sistémicos que deben pagar quienes retiran energía del sistema. Adicionalmente, las sucesivas regulaciones para estabilizar el precio de los clientes regulados han engrosado el subsidio cruzado que pagan los clientes libres en favor de los regulados, a través de un aumento significativo en el cargo por servicio público. Todos estos elementos han implicado un aumento relevante en la cuenta final de energía. Por ejemplo, la participación de los cargos sistémicos pasó de representar un 5% de los costos de generación a principios de 2020 a un rango entre un 18% y 22% del total en los últimos años.
A esta serie de desaciertos se suma la incertidumbre regulatoria que genera el financiamiento de un extensivo subsidio al consumo de energía de los hogares, recientemente anunciado por el Ejecutivo. Este cambio en las reglas del juego ha levantado tempestades entre los inversionistas nacionales y extranjeros, quienes ya han comenzado a cuestionar la viabilidad de seguir invirtiendo en un mercado donde las políticas cambian de manera abrupta y sin previsibilidad.
Es difícil ganar el partido bajo estas condiciones, siendo aún peor si consideramos que se trata de uno de los desafíos más importantes para el país: el de acelerar el crecimiento de modo que permita alcanzar mayores niveles de progreso social y económico. Claramente, se requiere un cambio de estrategia que vuelva a priorizar bajar los costos de la energía. Pese al gran potencial que tenemos en recursos naturales para generar energías limpias y a bajo costo, estamos lejos de poder celebrar el resultado. El reloj sigue corriendo, y al igual que en el tenis, no podemos permitirnos más errores no forzados si queremos ganar este crucial partido para el futuro de Chile.